
Hace unos días inicie dentro de mi blog un hilo llamado «Mi primer salto del charco» en el que pretendía escribir, acompañandolo de todas las fotos que en su momento hice, un relato/ presentación de los distintos lugares que visité acompañado de mi maravillosa y fantástica amiga Gilda. Y que de esta forma tambien sirviera de prólogo al nuevo viaje que ahora inicio.
Pero como suele pasar con frecuencia con las experiencias que realmente impactan y que quedan guardadas en el alma, cuando uno intenta contarlas, volcándolas en papel, ocupan mucho más espacio del imaginado.Y por ello he decidido darle un espacio y título propios como «Mi primer salto del charco» , porque se lo merece y aunque tarde, ahora soy consciente del gran impacto que causó en mi.
Así, doy inicio a este nuevo hilo «Regreso al pais que me enamora» que pretende relatar día a día este segundo viaje a Colombia, con la renovada ilusión de que todo lo nuevo que voy a conocer lo haré acompañado de Katrina, mi amiga o quizás le cuadre mejor el término hermana que sido la persona que desde hace ya años, ha conseguido que siga valorando todo aquello que se deriva de disfrutar de un vínculo familiar. Esto que muchos no entendereis, ella cuando lo lea, si que lo comprenderá.
18 de septiembre de 2021
¿UN VIAJE A COLOMBIA? No, un cuento de terror


Aproveché también para comer con mi amiga María, circunstancia siempre agradable después de los años que nos conocemos y que permite unas sobremesas risueñas y divertidas. Así pues, una vez liquidada la factura del Hotel Nuevo Boston donde me había alojado durante mi estancia en Madrid, me dirigí en taxi hacia el aeropuerto en donde desembarqué aproximadamente a las 12,30 h. Una vez cumplimentados todos los trámites, sin mayor problema que quedarme sin un bote de Nivea y uno de desodorante por el simple hecho de ser demasiado grandes, valiente argumento estúpido para prevenir el terrorismo, me dirigí al trenecito que de forma automática te lleva al edificio satélite de la T4.

Una vez superada esta primera etapa, comienza la etapa de rezos y oraciones. Sentado en unos sillones que son todo menos cómodos, comienzas a elevar tus plegarias para que no surja ningún problema que retrase la salida ya que uno tiene enlace en Bogotá para llegar de una sola tacada a Barranquilla. Todo parece ir bien, llega la hora de embarcar y todos como obedientes borreguitos nos dirigimos 35 minutos antes de la hora de despegue a la puerta de embarque.

Ya con la seguridad del retraso, nuestro rebaño es introducido en el avión por categorías económicas por nuestras alegres azafatas/pastorcillas.
He de decir que antes de nuestro ingreso en el enorme pájaro volador, había observado en nuestra paciente espera la presencia de una dulce mama, con una pequeña de nombre Sofía, como pude enterarme durante las siguientes 10 horas de vuelo y que poseía unas innatas condiciones para el «bel canto». Como no podía ser menos me tocó justo en el asiento posterior al mío. La bendita criatura a la cual le importaban una higa los esfuerzos que su madre realizaba para que no disparara aquel chorro incontenible de voz, se pasó ejercitando sus cuerdas vocales durante todo el vuelo, unas veces sola y otras acompañada por otros dos energúmenos de similar edad y condición y que a lo largo de la noche terminaron conformando lo que he venido a denominar “Los tres tenores” que nos estuvieron entreteniendo absolutamente todo el vuelo con su concierto. Unas veces uno, otras dos y las menos cantando los tres.

Sin mucha más novedad que la de no haber conseguido pegar ojo en todo el vuelo, aterrizamos en Bogotá, en la nueva terminal y ¡Oh sorpresa! nadie de la compañía Iberia se dignó esperar a los pasajeros a los cuales había jodido su conexión y tenían sí o sí que pasar la noche en Bogotá. Otras compañías con pasajeros en las mismas circunstancias si los esperó, como por ejemplo Latam y Avianca.

Mientras estaba comunicándole en una actitud no precisamente de “mira cariñito, aprende a leer o nos vamos a la policía para que llamen a la Embajada”, dado que seguía negando la mayor, apareció una compañera suya de mayor peso específico personal y profesional, que supo leer los mismos documentos y llegar a la conclusión correcta. Efectivamente si me correspondían hotel y cena.
Y como pasa en todas estas cosas de infortunio, allí con los mismos problemas conocí a Paco, camionero que transporta frutas, de Arganda del Rey que volaba también a Barranquilla y al que le esperaba esa misma noche con un fiestón su novia a la que venía a recoger para llevarla a España previo paso por la vicaría. A él también le correspondían hotel y cena. Peor suerte tuvo Lucas colombiano residente en España que esa misma noche había alquilado una pequeña finca y organizado una fiesta para el cumpleaños de su padre, que no sabía que su hijo volaba a Colombia para celebrarlo con él. Al haber comprado el billete para Bogotá y el de Barranquilla en compañías diferentes, Iberia no le cubría la noche en Bogotá por mucho que le hubiera jodido el viaje.
¿Bonito viaje verdad? Pues aún hay más porque nuestra querida Iberia Líneas Aéreas Españolas siempre intenta si es posible empeorar su mal servicio al pasajero. Una vez conseguido que nos llevaran a un Hotel sencillito cerca del aeropuerto y terminado de subir el equipaje de mano a la habitación, solicitamos cenar y para sorpresa nuestra nos dijeron que el restaurante era el segundo edificio al lado de donde estábamos, el primero intermedio era un gran aparcamiento de coches, en fin, cosas del país o del hotel.

Bien pues después de dormir apenas dos horas tocó levantarse, ya que nos venían a buscar para estar en el aeropuerto sobre las 4,00 h. Legañoso y con sueño me subí al microbús que nos trasladó al aeropuerto, en donde uno de los guardas de seguridad en la puerta de la terminal, después de mostrarle mi tarjeta de embarque y explicarle lo del día anterior decidió que no me dejaba pasar para dirigirme al mostrador de Avianca para que me dieran mi nueva tarjeta de embarque.
Después de un rato de insistir y de amenazar con llamar a la Embajada y gracias también a la intervención de una encantadora azafata de Avianca este sujeto al que ciertamente le faltaban no uno sino dos hervores, accedió a dejarme pasar.
A partir de aquí comienza la fase tranquila del viaje ya que una vez sacada la tarjeta, solo me quedó esperar y a la hora prevista, con una disciplina que daba envidia, fuimos embarcando por filas de manera rápida, despegando a tiempo el vuelo, que sin mayor sorpresa y una vez más con envidia por el comportamiento cívico en el desembarco aterrizó sin novedad, pudiendo encontrarme por fin con mis amigos que me esperaban con los brazos abiertos.
En casa de Sole y Pepe
Esa misma tarde estuve con Kat en casa de sus amigos Soledad (Sole) y José (Pepe). También vino otra amiga suya Jacqueline. Lo pasamos muy bien he hicimos muchas risas. No estuvo nada mal mi primer día aquí en Barranquilla. Que gente tan maravillosa y gentil que me hizo sentir desde el primer día como en casa. Dani el hijo de Kat como siempre, voy a intentar ayudarle a que suba un escalón más en su recuperación, que creo que lo necesita.
20 de septiembre de 2021
AMANECER EN BARRANQUILLA
He dormido como un lirón y desayunado mi café con tortitas de arepa que estaban muy ricas. El tiempo es fantástico con 28 º de temperatura y una muy rica brisa, aunque con un elevadísimo grado de humedad que hace que uno tenga la sensación durante casi todo el día, de haber salido de casa después de una muy abundante ducha, eso sí vestido o alternativamente ir andando dentro de un vaso de agua, ya que aquí te sudan hasta las pestañas.

20 de septiembre de 2021
Cartagena de Indias. Un viaje al pasado
Aun es poco el tiempo que llevo de aclimatación, cuando Kat me anuncia que hoy día 20 saldremos a pasar tres días en Cartagena de Indias. Por una parte me hace ilusión pero por otra me preocupa ya que todavía parece que tengo un jet lag difuso que hace que esté como flotando en una nube las 24 horas del día sin aterrizar. De esta manera, salimos a primera hora que aquí son como las 6 o 7 de la mañana en dirección Cartagena muy animados, enfilando la carretera/autopista que va bordeando en dirección sur el territorio colombiano, dejando a la derecha el Atlántico.

No existen otras, el resto es campo, así que hay que parar varias veces para realizar el pago y también resaltar que no todo el trazado es autovía, solo una parte por lo que hay que acoplarse a la velocidad de los demás en muchos tramos, en los que está prohibido el adelantamiento aunque a algunos y quizás diría a muchos les da igual el tema y adelantan en zonas con raya continua o incluso en curva con raya continua, lo que me permite observar en primera fila el trabajo a destajo del “ángel de la guarda” para evitar tortazos considerables.



Por fin llegamos al apartamento que le han cedido a Kat y que como podeis observar en las fotos, es una auténtica preciosidad, moderno, perfectamente cuidado y limpio y situado en el interior de la muralla de Cartagena en una preciosa y cuidada urbanización, que cuenta también con un engrasado mecanismo de seguridad al igual que todas las demás urbanizaciones y casas de nueva construcción así sea en Cartagena o en la propia Barranquilla.




Este mi segundo viaje a Colombia se inicia la tranquila tarde del sábado 18 de septiembre de 2021. Había llegado Madrid día y medio antes con el fin cerrar varias gestiones como recoger mi tarjeta sanitaria renovada y cerrar el acuerdo para el depósito del Arteón en uno de los múltiples aparcamientos de larga estancia situados en el entorno del aeropuerto Adolfo Suarez/Madrid Barajas y además solucionar varios temas que había ido retrasando para que coincidieran con mi desplazamiento a Madrid para volar a Colombia.

Y ahí estamos, un precioso jersey Burberry azul se me cayó, no podría decir exactamente dónde pero seguro que antes del trenecito, pero ya estaba encerrado y sin posibilidad de vuelta atrás para localizarlo.
Solo somos 300 pasajeros a los que se agrupa por categorías y se encierra con vallas. Unos pocos económicamente potentes son colocados bajo la banderola de Business y categorías 1 y 2 de la Alianza One World, otros pocos algo más potentes económicamente que la clase turista, pero menos que los de Business somos colocados bajo la banderola Turista Premium.
Para quien no conozca esta categoría es una manera de viajar como turista pero pagando más, engañados con la posibilidad de unas butacas mejores que las de turista y unos reposapiés extensibles que finalmente son igual de incómodas que las de Turista y que efectivamente cuentan con unos reposapiés extensibles, que no se pueden extender por falta de espacio (“palabra de azafata”) y que personalmente pude comprobar que eran verdad. El resto de pasajeros ya podéis imaginar, todos en las filas de la clase popular, llamada turista.

Con franca aprehensión y mirándonos los unos a los otros vemos cómo pasa el tiempo y allí nadie da la orden de embarque, ni tampoco ofrece explicación alguna, actitud típica de Iberia y que por motivos secretos a Iberia no le da la gana de corregir. ¿Tan difícil es informar? Debe ser que si, al menos para ellos.
Finalmente se nos da la orden de cambio a otra de las puertas de embarque y un rumor, que no información, recorre a la masa que como tal se dirige a la nueva puerta. Una vez allí nueva espera para redondear un retraso confirmado de al menos una hora en nuestra llegada a Bogotá, así que como el viento no de una buena patada en el culo a nuestro avión, pérdida segura de la conexión y dormida no prevista en Bogotá.

Buscando soluciones creativas para huir de aquella enorme polución sonora, acerté a ver que una de las películas que proyectaban era la de Bohemian Rhapsody, llena de números musicales, así que me conecté y me calé los cascos dispuesto a sumergirme en aquella música. Para mi desgracia lo de sumergirme me costó ya que la película se paró en dos ocasiones y entre el primer parón y el segundo pasaron al menos 30 minutos en que una de las azafatas se dignara atender mi llamada y la de varios pasajeros más, para explicarle lo que había pasado y le pusiera solución. Eso sí mientras tanto “Los tres tenores” a tope.

Bajamos a Inmigración que fueron rápidos y correctos y una vez superado este trámite y después de dos vueltas casi completas por el interior del aeropuerto, acumuladas a las 10 horas de vuelo, conseguí dar con las oficinas de iberia donde una señorita vestida con uniforme de azafata de tierra y con cara y actitud de estúpida y después de presentarle mi tarjeta de embarque, que no supo leer, me informó que no correspondía que la compañía me pagara hotel y cena ya que el vuelo salía al día siguiente a las 9,00 h de la mañana.



Nos dirigimos allí y cuando pedimos la carta se nos comunicó que Iberia pagaba un menú preestablecido, visto lo cual decidimos que nos acoplábamos al menú que consistió en una sopa que ni siquiera era de las de sobre y que consistía en unas micro-verduras en agua del grifo calentada en el microondas y una pechuga de pollo hecha a la plancha, pero tan hecha y tan dura que hubiera servido para lanzamiento de peso en plan plano. La bebida un zumo mugriento o un botellín de agua. Pensando en resarcirnos algo y fuera del menú pedimos una copa de vino tinto que resultó malo y caro y prácticamente imbebible. Por ello los que leáis este blog creo que tendréis claro con que compañía este señorito no va a volver a viajar.





Kat y Dani me van contando múltiples cosas sobre historia, paisaje y paisanaje, de las diferencias entre los distintos territorios con anécdotas y vivencias propias., Tenemos aproximadamente dos horas de viaje para un trayecto de 120 kilómetros así que da tiempo a contar muchas cosas. Si ya sé que opinareis que si vamos en tortuga, pero no por una parte aquí todas y cuando digo todas son todas las carreteras son de peaje.

En cuanto a lo anterior se refiere no hacía referencia solo a los conductores de coches, sino también a los camiones de transporte , abundantísimos y enormes y a los autobuses que circulan a velocidad desmesurada y que harían las delicias de los guardias civiles aficionados a poner multas en España. Otro elemento más a considerar son los elementos extraños que te pueden sorprender en la carretera, como el de algún carro tirado por un borrico o la súbita aparición en dirección contraria de un ciclista, eso sí, pegadito al arcén.

Una vez superadas estas zonas se divisan al fondo las torres y rascacielos que componen el sky line actual de la Cartagena de Indias moderna, abundantes en cuanto a su número y bonitos y discretos en su diseño constructivo, aunque yo no sea muy partidario de esos enormes lapiceros apuntando al cielo y llenos de gente que como pequeñas hormigas vive o realiza su trabajo en ellos.

Todo en esta primera Cartagena que veo me recuerda a una ciudad activa, dinámica, moderna y estructurada en su día a día como cualquier otra, aunque todavía se vean detalles que confirman la necesidad de un último esfuerzo para que la ciudad se vea más cuidada y limpia.

Esta misma tarde/noche de nuestra llegada, Dani no se encuentra con muchas ganas de salir, así que Kat me propone y yo acepto salir a dar una vuelta para conocer la parte histórica de Cartagena que está a muy pocos pasos de donde nos alojamos. Vamos paseando y me maravillo de las casas iguales que las que pueden verse en multitud de localidades españolas con sus miradores acristalados y sus flores y arreglos con una combinación de colores de lo más variado y que solo puede darse en esta tierra.

Este apartamento además tiene en su tercera planta un jacuzzi tamaño grande que es una auténtica gozada ya que te permite cómodamente descansar dentro del agua,. El resto del día tanto aquí como en Barranquilla, al menos de momento la sensación es la de estar vestido, pero dentro de un vaso de agua, por el alto grado de humedad. A esto hay que unirle el que según dicen estamos en medio de una ola de calor que al menos va a durar una semana más, según comentan.
También resaltar la simpatía de las cartageneras de hoy como Laura con la que pudimos pegar la hebra y a la que le hizo mucha gracia el saber que yo era español. Kat me comentó que sin excepción todo lo español o que provenga de España, es muy apreciado por los colombianos sin ninguna excepción.
También resaltar la simpatía de las cartageneras de hoy como Laura con la que pudimos pegar la hebra y a la que le hizo mucha gracia el saber que yo era español. Kat me comentó que sin excepción todo lo español o que provenga de España, es muy apreciado por los colombianos sin ninguna excepción.


Ahora los balcones, fachadas, luces y colores asumen todo el protagonismo deleitándonos al vernos envueltos por ellos y disfrutando de tener prácticamente todas la ciudad antigua a nuestra disposición, solo compartida con los pocos madrugadores que poco a poco y lentamente van saliendo de sus casas listos para llegar a sus puestos de trabajo. Volvemos tarde a casa y tras un ligero refrigerio, cada mochuelo a su olivo. He quedado con Kat en que salgamos a andar, así que la noche se hace profunda y corta, pues a uno a las 5 de la mañana se le abre el ojo.


Un café no se le niega a nadie
Una muestra muy representativa de la bohonomía del pueblo colombiano la tuve una de las mañanas en que salimos a pasear por Cartagena. Próximos a finalizar nuestro paseo matutino pasamos por delante del Hotel Amarla Boutique , uno de los mejores dentro de la parte antigua de Cartagena de Indias, como puede apreciarse en las fotos. Tenían recién abiertas las puertas y estaban con la preparación de la parte pública. Preguntamos si podíamos ver la planta baja y nos dijeron que había problema.
Despues de admirarlo preguntamos tambien si podíamos desayunar y se nos dijo que faltaba un rato y al comentar que si podíamos tomar un café, nos dijeron que en Cartagena un café no se le negaba a nadie y que nos sentáramos en una de las mesas debajo de los soportales interiores que de inmediato nos traían los cafés.
«Al cabo de un rato, nos levantamos y preguntamos el lugar para pagar los cafés y se nos contestó que los cafés eran una invitación del hotel».

Después de una ruta de casi 6 km callejeando y también andando por encima de la gran muralla que separa la ciudad antigua de la Cartagena moderna, llegamos a casa y aprovecho para comprobar lo agradable que es el sumergirse durante un largo periodo de tiempo en el jacuzzi sin más que hacer que dejarse acariciar por los miles de burbujas y mirar al cielo, dejando la mente libre para pensar o imaginar todo aquello que desea. Un rato más tarde, Kat me comenta que ha quedado con Charito, una de sus amigas en uno de los barrios de la ciudad Getsemaní en Doña Lola típico restaurante situado a su vez en un precioso y antiguo hotel, a su ve llamado Casa Lola y que tiene como platos más típicos la cazuela doña lola, el arroz caldoso de mariscos y pescados y el filete de pescado en leche de coco y ají dulce.
22 de septiembre de 2021
Casa Lola
Getsemaní, barrio de Cartagena en donde está situado el Restaurante Casa Lola, es un barrio de moda que gira en torno a la plaza de la Trinidad, donde la gente se reúne para beber cerveza, disfrutar de la música callejera y comer arepas asadas de los puestos cercanos. Las calles de los alrededores, conocidas por sus coloridos murales, están llenas de pizzerías animadas y bistrós sencillos en los que se sirven platos típicos de Colombia. Las cervecerías, las coctelerías y el famoso bar de salsa Café Havana se encargan de que la fiesta continúe pasada la medianoche.
Por su parte Casa Lola, es un excelente restaurante, posiblemente uno de los mejores de Cartagena. Nada más cruzar la puerta de entrada te invade una sensación de alto estanding, a la que contribuye la calidad del servicio. Puedes elegir comer entre dos zonas diferenciadas, la primera el comedor principal, que está cerrado y cuenta con aire acondicionado y vista a la calle y la segunda un patio con gran variedad de plantas, muy cómodo y fresco.
Está amueblado con un estilo clásico y unos muebles, adornos, mesas y sillas que lucen su calidad. El servicio y la atención al igual que en prácticamente la totalidad de los sitios a los que he acudido durante el viaje es esmerada, de una alta calidad profesional e impecable. Realmente fue una buena elección ya que es un lugar tranquilo, exquisito y elegante.

Cuenta también con una terraza en la azotea en donde puede escucharse una música agradable y en donde tambien se puede comer.
Otra de las ventajas, además de su deliciosa comida es que no exigen código de vestimenta y por ponerle alguna pega , comentar que sus precios resultan altos frente al tamaño de las raciones.
22 de septiembre de 2021
La Vitrola
El último día de nuestra estancia en Cartagena de Indias, Kat me sugirió la posibilidad de ir a cenar a uno de los restaurantes mas conocidos y reconocidos de Cartagena y punto de encuentro de personajes conocidos, políticos y otros componentes de la fauna diversa que puebla las calles de esta deliciosa ciudad. Por sus mesas han pasado personalidades como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Shakira o Carlos Vives, entre una larga lista de actores, directores de cine, cantantes, escritores y políticos.
Ofreciendo sus servicios desde hace 25 años, en el interior de la ciudad vieja de Cartagena de Indias, La Vitrola debe su magnífica imágen fundamentalmente al que ha sido su alma Gregorio Herrera Severiche, durante casi toda su existencia. Por su acento, los comensales pensaban que Gregorio era Cartagenero, pero no su origen era cordobés de Buenavista.
Profesional con un elevado estándar de servicio, era siempre con su clientela, sonriente, alegre, amable y profesional, dedicado a hacer que las experiencias de sus clientes fueran inolvidables. Y lo logró: fue un ícono e hizo de su espacio de desarrollo profesional otro ícono local pues hoy en día todos quieren sentarse en una mesa de La Vitrola. Dicen los colombianos que La Vitrola es el mejor restaurante de Cartagena. No sé si es para tanto, lo cierto es que el tradicional local tiene una clientela fija y una lista siempre llena de reservas.
La Vitrola ocupa una maravillosa casa colonial de al menos 400 años de antiguedad, frente a las murallas de la ciudad. Si de arquitectura viviera la gastronomía, este restaurante se llevaría un premio por lo amable y distinguido de sus muros. Un destacado color amarillo en sus paredes y unos balcones blancos, son el lienzo perfecto para que en ellos reposen flores con tonos violetas, que le dan una textura a la casa y una encantadora sensación que invita a entrar.

La carta es absolutamente tentadora. Hay múltiples variedades de Carpaccio y Ceviche, Langostinos al tamarindo, Pulpitos a la parrilla y una lista de platos a base de mariscos y pescados entre los que sobresale el mero, rey absoluto de la cocina de la casa.

23 de septiembre de 2021
Vuelta a Barranquilla
24 de septiembre de 2021
Una gestión complicada en una reunión dramática
24 25 de septiembre de 2021
Un fin de semana relajado


Es en su conjunto una preciosa ciudad, esta Cartagena histórica que conserva sus esencias históricas y sus costumbres y que sabe ofrecerle al visitante de una manera diferente siempre amable, simpática y divertida el disfrutar de todo aquello que ve siempre sin agobios ni exigencias, fruto de ello las imágenes y video que acompañan a este texto con dos típicas cartageneras que gustosamente se ofrecieron para que yo tomara las imágenes para este hilo del blog.


Ya con la luz del día apagándose en una preciosa puesta de sol, se van encendiendo las luces de calles, comercios y monumentos, dando una visión diferente e igual de bonita a las calles de la ciudad por las que vamos circulando y en las que no doy abasto en mi deseo de fotografiar todos aquellos detalles que me gustaría poder mostrar a mi vuelta a España e incorporar al blog.
Si era antes disfrutaba de pasear por las calles llenas de gentes, ahora con la iluminación puedo apreciar nuevos detalles. Me ha parado un vendedor de pequeñas reproducciones de Botero y he comprado unas cuantas, en principio para casa, pero alguna de ellas irá destinada a alguno de mis amigos/as como recuerdo de mi estancia en Colombia.
Después de las abluciones correspondientes me encuentro en el salón con Kat, y salimos a una Cartagena igual pero diferente con las mismas calles, pero ahora totalmente vacías de gente.








Está amueblado con un estilo clásico y unos muebles, adornos, mesas y sillas que lucen su calidad. El servicio y la atención al igual que en prácticamente la totalidad de los sitios a los que he acudido durante el viaje es esmerada, de una alta calidad profesional e impecable. Realmente fue una buena elección ya que es un lugar tranquilo, exquisito y elegante. Cuenta también con una terraza en la azotea en donde puede escucharse una música agradable y en donde tambien se puede comer.





A la entrada, nos recibe un antiguo piano que decorativamente quedan muy bien, pero al no cumplir su función como es dar vida a la música entristece algo verlos reducidos a su mínima expresión, convertidos en simples muebles. El interior muy acogedor, cuenta con una gran barra, un rincón donde por las noches suena música en vivo y mesas cómodas.


Despues de consumir sus platos y tener una generosa tertulia, puedo decir que es un magnífico local, aunque quizas le quede grande eso de ser el mejor restaurante de Cartagena, yo quizas lo definiría como un buen comedor, tradicional, sencillo, corriente y eso si costoso.